27 abril 2006

Una reina no muy taurina


Aprovechando que este año la Portada de la Feria quiere recordar el Palco Real de la Plaza de Toros de la Maestranza, he querido rescatar esta fotografía de la reina Victoria Eugenia en ese mismo palco en una corrida de toros. Doña Victoria no era una reina muy taurina pero sabía de sus obligaciones. Tal era su fobia a la fiesta que en muchas ocasiones ocultaba la vista tras unas gafas de sol. De tal manera el público estaba encantado de tener a la reina en un espectáculo tan del pueblo y ella se escaqueaba así de ver el fátidico final del toro. Se dice que fue por petición de Victoria Eugenia la utilización del peto para el caballo del picador. Hasta esa fecha no pocos caballos murieron con las entrañas abiertas sobre la arena a consecuencia de cornadas del astado.

Esto también es la Feria

Este es el estado lamentable en el que se encuentran los patios y espacios abiertos, supuestas salidas de emergencias, de las casetas del Real de la Feria de Sevilla. No quiero tirar por tierra, nunca mejor dicho, a una de las más universales fiestas andaluzas. Quiero que veaís más allá del paseo de caballos, del encaje de la parte noble de la caseta, de las bombillas de la portada. Tras las casetas se esconde para el público en general estas zonas de evacuación descuidadas por el Ayuntamiento de Sevilla y donde se concentran escombros y chapas. Además es aprovechado por algunos feriantes como prolongación de sus reducidas cocinas. Sólo hay que ver dónde se está cocinando ese estofado de carne por el que cobrarán 6 euros mínimo cada plato.



24 abril 2006

¿Quédamos en la Portada?

Todo está preparado para que comience oficialmente la Feria de Abril de 2006. Los millones de bombillas, las miles de casetas, los kilos de pescaíto, los metros cúbicos de manzanilla y fino. Trajes de flamenca: mantoncillos y volantes. Cantes y bailes por sevillana. Todo preparado para el alumbrado y la noche del pescaíto,aunque el tiempo no acompañe. ¿Quedamos en la portada?



21 abril 2006

Viernes Santo


"Después de la Madrugá se rasgó el velo del templo. El Viernes Santo no es más que un túnel donde los vientos soplan al triste compás de un viento que anunciará que el Hijo de Dios ha muerto."

La Madrugá

Luz para la Noche sevillana...

Jueves Santo

Dicen que hay tres jueves en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christis y el día de la Ascensión. Para no faltar al mismo la jornada resultó brillantísima.

Revuelos de merinos y terciopelos en mi compás de la Armonía...


Eclosión de Rosario en la Alameda...


Viendo pasar la vida...

Miércoles Santo

Moda costaleril: Sed, su costalero...



Tradición y modernidad del Cristo de Burgos bajo las nuevas farolas de la Plaza del Pan...




Luz y fragancia para el Buen Fin de la Lanzada...

12 abril 2006

Martes Santo


Santa Cruz de tu Giralda prendida...





Encarnación por Águilas hacia su barrio...

Lunes Santo

Tristezas de la Vera+Cruz...

10 abril 2006

Domingo de Ramos


Amarguras...


San Juan le pregunta al viento
a dónde ha ido su Madre,
que se han quedado sus ojos,
sin ojos en que mirarse,
que se han quedando sus manos
suspendidas en el aire,
y se ha quedado sin voz
para consolar la exánime
voz de Amargura, que es voz
de la impotencia más grande.
Se arrepiente de que sea
de cedro inerte su carne,
que fuera Benito Hita,
quien en prisión le encerrarse
creyendo que estaría siempre
junto a la Virgen hablándole,
contemplando su perfil
y el terciopelo granate,
y el oro de la corona
de Cayetano González.
Día a día en el retablo,
cual si el tiempo no pasase,
vivía Juan como atado
al dolor inconsolable,
al Dolor de la Amargura
en su llanto de cristales
hasta que hace tan poco
rompieron el maridaje
que sus dos almas de cedro
tres siglos ha confirmasen.
Tanta pena es la de Juan,
que aún en su mirar subyace,
una desesperación que agobia,
que pincha con dos puñales,
que son del Evangelista
las pupilas de azabache.
Hay una voz temblorosa
que está buscando quien le hable.
Hay un agudo sonido
buscando intervalo en grave.
San Juan de la Palma está
escuchándolo constante.
Prestad atención y oiréis,
como en voz dulce y suave,
San Juan le pregunta al viento
a dónde ha ido su Madre.



(Foto: Ramírez, Texto: Francisco Javier Segura)

09 abril 2006

Tiempo de sentires y de contrastes

Luz y tinieblas. Fiesta y duelo. Muerte y Vida. Ya es Semana Santa en Sevilla. Es fiesta grande, es la fiesta de la ciudad y por ello es llamada la Semana Mayor. El sentido es religioso pero el pueblo lo vive a su modo. Se conmemora el eje central del misterio del cristiano: la pasión, la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y aquí se celebra a nuestra manera porque Sevilla es Sevilla.

Aún hoy se respira por los rincones sabor a otras épocas, aún perdura en nuestra tierra el espíritu barroco y la ciudad tiene presente la muerte. De ella hace su fiesta. Sevilla es barroca y por tanto también es apariencia, y muchas veces efímera. Tan fugaz como una candelería ardiendo, tan caduca como la flor cortada, tan pasajera es esta fiesta que se nos consume en nada y sus preparativos nos llevan todo el año. Tan frágil es que sólo unas gotas de agua pueden apagarla como lo hace con el fuego. Toda la urbe es una gran obra de teatro donde, enmarcada por un gran telón carmesí, descorrido y atado con cordones de borlas de oro viejo, se prepara para confundir la realidad con la ficción, lo popular con lo reglado, lo sagrado con lo profano.

Por la ciudad se va a pasear el dolor y la Muerte (de Cristo). Pero Sevilla se hace fiesta, pero ella se hace coro, pero ella se hace altar. Y ella enmascara su rostro. Ella adorna sus cabellos con peina y mantilla negra, se perfuma con su mejor fragancia. Ya huele a incienso y azahar. Se envuelve de solemnidad. La ciudad y sus gentes se revisten y engalanan.

La urbe es un escenario de teatro donde todos tienen sus papeles sabidos y bien aprendidos, todos dispuestos a actuar. Todos son protagonistas, todos están en sus puestos. Desde esa madre que da las últimas puntadas al escudo de la capa, a la abuela que prepara las torrijas, a la saetera del balcón, al cura en el púlpito, al aguador, al músico, al costalero, al capataz y el nazareno. Todos están en el reparto porque todos hacen la fiesta. Hasta el público es actor: sabe moverse en la bulla, sabe cuando aplaude, sabe cuando calla, sabe cuando ríe, sabe cuando llora… Sabe estar porque aquí no se improvisa nada.

Se abre así pues para el sevillano y el foráneo un gran tiempo de sensaciones y contrastes. La Semana Santa se convierte en el gran espectáculo de la Imagen. Es una gran impresión que impregna nuestros sentidos, hecha de millones de emociones, vivencias e imágenes. Son millares de secuencias en sepia que se almacenarán en nuestra memoria para ser revividas durante todo el año.

No es difícil dejarnos sugestionar por lo que nos rodea en estas fechas. Si nos hemos dado cuenta el atrezzo de esta fiesta es riquísimo. La ciudad emana otro olor, irradia otro color, deja degustarse con otro sabor. Sevilla es otra.

La ciudad se despierta poco a poco de su secular letargo y atonía. Se despereza a guiños de un invierno todavía no ido. Explota como señal de rebeldía al frío padecido. Con la llegada de la primavera los colores estallan, la metrópoli se rebosa así misma y los naranjos revientan en flor y fragancia. Todo se convierte en un gran festival para nuestros sentidos.

El espectáculo de sensaciones y contrastes, de luces y de Imágenes que nos lleva a ir equipados de nuestros sistemas sensoriales y de nuestra fe como principales herramientas de aprehensión de la fiesta. Gracias a ello nos daremos cuanta de que la Semana Santa es un universo de contrastes.

Es luz, claridad y luminosidad de un paso de palio como un sol radiante de Jueves Santo. Pero también es sombra, oscuridad, pena, tristeza y tinieblas propias del traslado al sepulcro en San Andrés. Mas es júbilo y alegría intensa de unas bambalinas al son de Campanilleros. Pero no por ello deja de ser sobriedad, elegancia y clasicismo de un palio de cajón o de crestería al son del oboe y el fagot.

Asimismo es noche cerrada, aflicción y nostalgia del pasear del Nazareno de San Antonio Abad envuelto en su nube de incienso y su místico caminar. También es día de dorados reflejos, de brillantes canastillas de Misterio. O hablamos de la mañana, envuelta en entusiasmo regocijo de la Macarena de camino a su casa. Pero no por ello deja de ser tarde, llena de alborozo y contento, cuando por la calle ancha la Feria La de los Misterios Dolorosos avanza entre el fervor de su pueblo con Rosario de Monte-Sión.

Es irrupción sonora de la de Triana en la Campana al son de su “Salve estrella de los mares”. Sin embargo es silencio, contemplación y recogimiento del Gran Poder y de todo su seguimiento. Es cofradía de negro, es cofradía de barrio, es riqueza y opulencia de merinos y terciopelos, es sobriedad y pobreza del ruán negro, es nazareno de cola, es nazareno de capa, es de zapato de hebillas, sandalias o alpargatas. Y es que todo esto es también Semana Santa.

Y es que el que sale es el Cristo de los templos que quiere hacerse presente entre su pueblo. Es el Jesús de la meditación y el recogimiento, que aunque padeciendo la pasión en sus adentros sale al bullicio de las calles a impregnarnos con su Imagen. Quiere llenarnos con su mensaje que a los cofrades superficiales escapa. Y a Él nadie lo para. Es ese Jesucristo poderoso el que continúa en su Misterio sin que lo que le rodee perturbe. No hay Liapasam que lo turbe, ni globos de gas que lo desluzcan, ni puestos de bocadillos que a la turba retraiga cuando Él a su lado pasa. No hay niños jugando, ni aquel que blasfema tanto, ni verborrea de veladores que no se conmueva y silencie a su paso. Y es que Sevilla es contraste, y no por ello lo lleva al traste. Es tan dispar la fiesta que pared con pared los mismos consumen la sangre de Cristo y después la de Baco. Pues no hay iglesia sin bar cerca, ni feligreses que después de los Santos Oficios no disfruten de su barra y sus abastos. Son mantillas en las capillas que más tarde se rinden a la colilla y a la rubia bebida en un fugaz descanso.

Pero no sólo se queda ahí. Es que esta fiesta es así. Es que Sevilla quiere que así sea. Quiere recogimiento en el templo y algarabía en la calle. Quiere alborozo para la del barrio y silencio a la de negros andares. Porque el pueblo disfruta de este modo e inunda la esquina, la plaza y la avenida. Es calle y altar. Es altar que sale a la calle. Es el hombre que se acerca a Dios y es Dios con los hombres. Son días de cofradías. Son días para disfrutar de los contrates. ¡Anda sevillano y regocíjate de lo que hay en la calle!