22 mayo 2012

Y el pueblo lo hizo suyo




El Simpecado de Gines es una oración que el pueblo eleva.
Lacerías mudéjares en un manto de fina estrella,
Avemarías que traspasan el artesanado y la reja,
luceros de las noches del camino, que nos conducen hasta Ella.

Mucho ha cambiado Gines y sus gentes desde 1962 hasta hoy. Lo que me atrevería a aseverar que no ha cambiado nada ha sido su amor por el Rocío y su fervor al Simpecado. La década de los sesenta se inicia en la Hermandad con los anhelos de un nuevo estandarte. El anterior estaba deteriorado, tras 30 años de camino, y la estética no cuajaba entre los que ya iban al Rocío. Se quiso hacer algo novedoso, tanto es así que el dibujo rompía la estética de bordados barrocos que tienen la mayoría de los estandartes y Simpecados. Apenas existe documentación. No fue un acuerdo formal de junta, y fue precisamente encabezado por el sacerdote don Francisco Gil Delgado. Don Francisco fue el que puso en contacto a la Hermandad con el convento y  fue él quien  escogió el dibujo de un libro, inspirándose en la orla de un pergamino. Se encargó siendo hermano mayor Francisco Cabrera, el Quisco. Muchos de Gines se acercaban a Santa Paula a seguir los trabajos. Gonzalo que entonces era vocal, recuerda su visita al convento. “Fue una cosa muy bonita porque no estaba terminado y las monjas taparon con tul la parte que aún no estaba bordada. Lo pusieron a través de la reja del locutorio. Estábamos sentados, escuchamos una musiquita, tipo religiosa como un aleluya, y se abrió la puerta y vimos el Simpecado sin ver a nadie”.

La economía de la hermandad entonces era muy precaria pero la junta tuvo la valentía de afrontar un proyecto de aquella envergadura. En los años sucesivos al encargo, nadie quiso presentarse a hermano mayor por miedo a tener que asumir los pagos. Fue Lucas Pérez Pavón quién en el cabildo de elección, en el que nadie se ofrecía, tuvo la osadía y el valor de hacerse cargo de la Hermandad. José Luis Melo Hurtado era mayordomo primero. El Simpecado costó 28.000 pesetas.  El terciopelo, con un coste aparte, lo regaló la niña de la Palma. Para conseguir el dinero salieron algunos hermanos y miembros de la Junta pidiendo por el pueblo. “Cuando fuimos  a recogerlo entregamos 15.000 pesetas. Y en febrero de 1963 las monjas nos dieron un toque, salimos otra comisión pidiendo por el pueblo sabiendo en que casas hacerlo. Cuando llegamos al mostrador de la carnicería de Manolito Currito dio 7000 pesetas que faltaban, a última hora habíamos completado hasta 12.000”. Señala asimismo Gonzalo que aún faltaban por pagar 1000 pesetas. “Cuando pasó el rocío de 1963 había quedado en la tómbola una cocina de butano y la rifamos y sacamos las 1000 pesetas y nos dio un recibito chico en el que decía que se había saldado la cuenta”. De estos dos pagos existen dos recibí. El primero reza así: He recibido de la Hermandad del Rocío de Gines la cantidad de 12.000 ptas. A cuenta del estandarte bordado en este taller. 26 de febrero de 1963. Con el sello del convento y la firma de la hermana ecónoma Sor Asunción de María. El segundo está fechado a 19 de julio de 1965 y dice lo siguiente: He recibido de la Hermandad del Rocío de Gines la cantidad de 1000 ptas. Saldo de la cuenta del Simpecado para dicha Hdad. Rubricado por la misma ecónoma.

José Luis Melo recuerda el ambiente de expectación de aquellos días y como estaba la plaza de gente esperando a que llegara el Simpecado que lo trajeron en la furgoneta de Emilio el transportista. Los cultos de 1962 se vivieron con el contraste de celebrar el Rosario y la Novena con el antiguo Simpecado y la alegría y el júbilo de recibir el nuevo. Como el antiguo presidía el altar de la novena, el nuevo se colocó en la ventana de la casa del cura para que lo viera el pueblo. Lo bendijo el párroco Juan María Cotán, posiblemente en la función principal, actuando como madrina Angelita la de los Certales. Gonzalo advierte que ese primer año salió el Simpecado al Rocío sin cruz. La paloma era del convento y el asta también, eran prestadas. “El Simpecado antiguo cubría el pico de la carreta y como el nuevo era recto quedaba un hueco al que no estábamos acostumbrados, Dionisio pensó en pedirle al convento la paloma y la colocó en la carreta, pero el Simpecado al ponerlo en el asta iba sin remate ese año.”  En la romería de ese año causó mucha impresión el nuevo por lo novedoso del diseño. A unos le gustaron y a otros no, pero el dibujo era completamente distinto a lo que había antes.

Este cambio en el pueblo tuvo sus más y sus menos, y como todo permuta no fue del gusto de todos. Un grupo estaba abiertamente en contra, incluso se sacaron hasta sevillanas, algunas de Manolin Pareja Obregón o de Pepe Concha.  Algunos hoy no han olvidado aquella “Te lo digo Palomar, te lo digo Palomar, que el que llevaba tu padre es el que hay que llevar” fomentando un clima de pique impropio en el pueblo. Otras letras mucho más emotivas fueron incluso prohibidas “La encina le dijo al pino, la amapola a los trigales, me hablan de un Simpecado que de Gines ya no sale. Los lirios de la marisma dicen que lloran de pena, porque el Simpecado viejo ya no pisa las arenas. Si te quedas en la iglesia, no te apures Madre mía que Gines te lleva en el corazón y cantando nunca te olvida”. Para evitar afrentas y posibles tornas se pensó hasta en destruir el antiguo, acción que no se llevó a cabo gracias a la actuación de nuestro párroco don Juan que escondió durante años en su casa el Simpecado hasta que las aguas volvieron a su cauce. Incluso se despojo al antiguo estandarte de la estampa, que pintara en 1928 Jerónimo Losada de la Torre,  y se donó a la hermandad Sacramental para el palio de la Virgen de los Dolores. Ya sin estampa y enrollado, estuvo en el Tronío hasta que se inauguro la casa y se guardo en las dependencias de la Hermandad colocándose desde esas fechas en la carreta cada vez que pasa una procesión por allí.

En estos 50 años el Simpecado de Gines ha sido y es el centro de las devociones de nuestro pueblo, verdadero imán para la religiosidad popular. Ha sido bendecido por el papa Juan Pablo II en 1993, ha salido en las procesiones del Corpus Christi, ha peregrinado año tras año a la aldea del Rocío, en romería y para la Inmaculada, ha presidido el altar mayor de la parroquia cuando la Virgen de Belén estaba restaurándose, ha recibido gracias y peticiones, ha sido restaurado en dos ocasiones. Es el icono vicario de la Blanca Paloma, eje de los fervores ginenses, que como pancarta de fe surca los caminos para llevar a su pueblo ante la patrona de Almonte. Su diseño lo hace singular y único, trasunto reducido de la Virgen del Rocío, ha creado además una estampa sublime de nuestra Hermandad que nos hace reconocibles entre el resto e incluso en la distancia.  Medio siglo, testigo del devenir de nuestro pueblo, de nuestra gente, de su fe y de su acercamiento a Dios por María.

Gines , el pueblo... está impaciente para que su Simpecao le cuente al resto.

A los que no pudieron ir,
a los que nunca fueron,
a los que lloran impacientes
por no pisar tus senderos,
a los que enfermos en la cama
encuentran tu consuelo,
a las viejas que de niñas
la llevaban sus abuelos,
a los niños que sueñan
con ser buenos romeros,
toda esta gente en Gines
espera desde dentro
con el corazón palpitando
como aquel que llega al cielo,
como aquel que te busca,
ese primer rociero...
Entra el Simpecao
y parece un libro abierto
en el que muchos leen
los 50 años de su terciopelo,
los caminos vividos,
y lo que contaron los viejos...
Pero cuando entra el miércoles
entre el fervor de su pueblo
todos esperan mirarlo, besarlo y leerlo;
los que se quedaron lo buscan,
buscando de la fe el aserto,
que viene bendecido de Rocío
entre las arenas, un año nuevo.

03 mayo 2012

“Lo ha bordado una santa”


Santa Paula, la mejor cuna del Simpecado de Gines


 Parecía un pasillo hacia la historia. Al final de la calle, la esbelta espadaña de Santa Paula se erguía coqueta y segura sobre el caserío de la vieja ciudad. Como un haz de luz y color señala ese remanso de paz que se esconde tras los muros de Enladrillada y Mallol. Atravesar esa pequeña puerta es entrar en otra época, en el tiempo sin tiempo de los relojes sin manillas, en los silencios de encalados claustros, en el silbido del ciprés, en la quietud monacal del mármol. En el sempiterno orat et laborat. Esperar en el locutorio a que se abra la puerta de la clausura tras la reja es como hacer un guiño al Medievo en pleno siglo XXI, desempolvando la vieja regla. Personajes como don Juan y doña Inés se me vienen a la mente y es que aún hoy hay gente que vive así. Es probable que aquí pululen las almas del pasado, incluso vague algún sufrido fantasma, pero las que dan vida a estas piedras, al fin y al cabo son de esta época…32 religiosas de cuatro continentes distintos que hacen del amor a Dios su forma de vida. Penetro en éstos tus muros a bucear en la historia y a rescatar el recuerdo de lo que aquí bordaron para Gines unas mujeres hace medio siglo.

Fue la impresión que me llevé cuando visité el Monasterio de las Monjas Jerónimas de Santa Paula en Sevilla. Tenía una cita con Sor Remedios, la única monja de esa época que vive aún en el convento y que conoció de primera mano la confección de nuestro actual Simpecado. Me recibió tras la reja, en el locutorio de las visitas. Sor Remedios es de Olvera e ingresó en mayo de 1960, y lleva por tanto en el convento prácticamente los mismos años que tiene nuestro Simpecado. La vida por entonces allí era muy distinta, nos cuenta.  “Después de la Guerra Civil en el convento solo habían resistido 17 monjas, vivían de lo que podían”.  El 20 de abril de 1944, es elegida priora la Madre Cristina, que ocupó el cargo hasta su muerte. El papel de esta priora es fundamental para comprender qué es Santa Paula hoy. Madre Cristina tiene actualmente abierto un proceso de canonización en fase diocesana, quizás dentro de poco suba esta jerónima a los altares.. Ya Priora de Santa Paula, Madre Cristina emprendió la tarea de elevar la vida espiritual, la formación y las observancias monásticas de las monjas, sin olvidar la restauración de las dependencias monacales y la organización del trabajo. El Nuncio, Gaetano Cicogniani, la había mandado a Sevilla precisamente con la misión de levantar la vida de los monasterios de la Orden jerónima y crear entre ellos una federación para una mutua ayuda. Federación que empezó a existir antes de ser constituida como tal, lo que tuvo lugar en septiembre de 1958. “Con la Madre Cristina comienzan a entrar muchas muchachas jóvenes, no sólo en Santa Paula sino en muchos otros conventos. Pio XII da la encíclica en la que abre un poco la organización de los conventos e insta a las religiosas a trabajar porque estaban muriéndose de hambre” relata de aquellos años Sor Remedios. Es entonces cuando se hacen las mermeladas para venderlas y se crea el taller litúrgico en el que se confeccionaban ternos, casullas, dalmáticas, capas, albas, roquetes. Básicamente el taller lo llevaban tres hermanas. Sor Salud que era la sastra del taller, Sor Esperanza, natural de Riotinto, era bordadora y le gustaban muchos los primores, y Sor Ignacia, que era la que más sabía de bordado. Cuando en el convento se recibe el encargo de nuestro Simpecado, la comunidad la formaban 60 hermanas. Sor Remedios recuerda aquellos días con especial cariño, ya que el bordado de esta obra llenó de ilusión y alegría a las monjas.

No era un encargo cualquiera, no era una casulla más, ni una dalmática, ni un purificador, era el estandarte de una Hermandad con mucho nombre, la de Gines, y en la que los rocieros pondrían sus ojos de generación en generación para acercarse a María. “En esos días había una ilusión grandísima porque en el convento había una monja de Gines, Isidora, que había tomado los hábitos con el nombre de Madre San Antonio, y era muy graciosa. Su hermana era priora del convento de San Leandro”, nos recuerda Sor Remedios. 


En cuanto al dibujo esta hermana sostiene que fue realizado en el mismo convento. Sin embargo ella no tiene la certeza de que el canónigo Francisco Gil Delgado fuera el artífice del diseño, como sostienen otros. Este sacerdote, que cantó misa en el convento de Santa Paula también, sí podría haber dado directrices para el diseño a las hermanas Belén y Aurora que eran las que normalmente hacían esta labor para otros trabajos y de las que se conserva aún numerosos dibujos. “La madre Aurora dibujaba muy bien, tenía mucha confianza con don Joaquín Castilla que era el dibujante de la hermandad de los Estudiantes. Al morir le dejó todos los dibujos”.

La ejecución del bordado fue realizado por Sor María Ignacia de Loyola. Esta hermana había aprendido a bordar con Conchita, una bordadora muy famosa que le hacía todo a la hermandad de Pasión. Fue Conchita la que se trasladó al mismo convento para ilustrar a Sor Ignacia sobre los pormenores en la ejecución de la obra como la hojilla y otros tipos de puntos utilizados. “Sor Ignacia bordaba de maravilla, y tenía un gran amor a la Virgen y por eso se volcó con esa obra. Tanto es así que muchas veces había que llamarla para comer o dormir porque todas las horas le sabían a poco. Ella toda la obsesión era la Virgen, haciéndole las florecitas y todos los primores que llevaba,  dedicaba los días íntegros a esa tarea.” Sor Ignacia murió hace unos diez años. De sus últimos días nos cuenta que sólo consentía hacer purificadores y cosas para la Virgen, ella decía: Mis ojos para Dios”. Sor Remedios me confiesa que podemos tener la seguridad de que nuestro Simpecado lo ha bordado una santa. Para toda la comunidad es un orgullo el Simpecado de Gines, lo ven como algo de ellas, y lo reconocen a primera vista entre los demás en la Misa de Romeros del Domingo de Pentecostés. “Cuando lo vemos en la televisión nos da mucha alegría y decimos ¡Ah, mira! El estandarte nuestro”.

 Hoy en día el taller sigue funcionando aunque ha bajado el nivel de encargos por la competencia con las nuevas técnicas de dibujo y bordado a ordenador. Sin embargo del monasterio han salido casullas importantísimas, como una en tisú de oro con la cara Macarena, un terno mudéjar, otra que tiene Santa Paula bordada; un manto para la Virgen del Castañar en Salamanca, para Moguer un palio. Se sigue haciendo si se encarga. Actualmente viven 31 monjas y son muy mayores. En la enfermería hay 6. Sor Remedios alerta de que los jóvenes no parecen escuchar la llamada de Dios “No hay vocaciones jóvenes, en España no hay vocaciones porque el ambiente no es propicio. Los muchachos si son más atrevidos, pero las muchachas si tienen una llamada se van tres meses a una ONG y después no quieren saber nada, ya han cumplido”.“Nosotros cultivamos la liturgia, la oración, la unión con Dios, el pedir por tanta gente como tenemos que pedir. El día a día ha variado sólo en los rezos. Antes nos levantábamos a maitines, porque los rezos eran distintos, teníamos 9 lecciones leídas, y cada una con tres salmos, era una hora cada una. Dormíamos tres horas… Ahora por la mañana hacemos el ejercicio de lectura y los laudes juntos”. Es en lo único en que ha variado la vida en Santa Paula. Sor Remedios rememora otras épocas. “La juventud siempre se recuerda con nostalgia. Éramos todas españolas, en el patio llegaba la feria y Sor Belén ponía cuatro farolillos y cenábamos en el patio. Ella bailaba sevillanas”.

Sor Remedios no conoce El Rocío en persona. Dice que en sus tiempos se viajaba muy poco.  Lo que sabe del Rocío lo conoce por la televisión. “Las carrozas, me gusta mucho la salida de Triana, la misa del Real la seguimos por la tele. Yo soy positiva con este tema. Sé de sacerdotes que confiesan a mucha gente.  Porque entre 10.000 haya 500 gamberros eso no tiene importancia. Muchos, la inmensa mayoría va por amor a la Virgen y no para el cachondeo. El Rocío tiene su parte como todo. Si tu vas en plan de ver a la Virgen, de decirle cuanto la amas, cuanto la quieres, de cantarle… eso es lo que vas a tener. Soy positiva.  Es como todo, es donde tú te metas, tú vas a encontrar lo que tú vayas buscando. Con la Semana Santa igual. Hay que aprovechar lo que tenemos y sembrar sobre ello por eso veo el valor de las hermandades en nuestra sociedad”.

Me despido de Sor Remedios entregándole unos detalles de nuestra Hermandad. Unas estampas de nuestro Simpecado, un plato, un Rosario, un alfiler y un disco del Rosario por Sevillanas. Ella promete ponerle un marco al Simpecado y para cuando llegue el tiempo Pascual dice que pondrá nuestro disco en las horas de las comidas en el refectorio. Nos deja este último mensaje: “A Gines le diría que aumente la devoción a la Santísima Virgen. Que no se apague ese fervor que tienen”. Incluso tras los muros conventuales saben y mucho del amor de nuestro pueblo a María.