12 enero 2008

Villamanrique se queda sin de la Condesa

"No iban los celebrantes revestidos con ternos negros de oros recamados, sacados de vitrinas de tesoros del monasterio de San Lorenzo. Eran llanas casullas de curas de pueblo, de misa de romeros o de celebración al alba en el camino, ante el Simpecado."


Pocos pueblos de España, y con menos de 4.000 habitantes, pueden presumir de una vinculación tan directa y cercana con la Casa Real como la que ha tenido Villamanrique de la Condesa a lo largo de su historia. Un paseo por sus calles evocan nombres históricos y de apellidos ilustres. El duque de Montpensier y la infanta Luisa Fernanda, la del parque, adquieren en 1859 el palacio de Altamira y la gran extensión de terrenos desde Gatos hasta la Aldea del Rocío. La ubicación era idónea para la caza y la agricultura, así como para la cría del toro de lidia. Estas propiedades manriqueñas, fueron heredadas por la Condesa de París, y después a la hija de ésta, Luisa, casada con el Infante Don Carlos de Borbón, los abuelos del actual monarca. A la muerte de éstos las posesiones pasan en herencia a Esperanza de Borbón, conocida en el pueblo como la Infanta.

Durante todos esos años, Villamanrique de la Condesa, ha convivido con normalidad ante la presencia frecuente de miembros de distintas casas reales y de la nobleza por sus calles y su término municipal. Era frecuente la visita de distintos miembros de la Casa Real española. Dicen los del lugar que muchas veces escuchaban el helicóptero del rey o los veían salir del palacio en coche. Desde aquí partían hasta El Rocío, y no sólo para la romería. Gracias a Doña Esperanza la reina Sofía acudío a El Rocío en 1972 como princesa, ya como reina y con las infantas Elena y Cristina también estuvieron en la aldea almonteña en 1984. Pero cuando Villamanrique ocupó la primera plana informativa fue el 17 de marzo de 1995. En el palacio de Orleans se celebraba la cena de gala con motivo de la boda de Elena de Borbón con Jaime de Marichalar. La vieja Casa-Palacio sirvió de telón de fondo de un desfile de miembros de la nobleza y de la realeza de todo el mundo. Fue el hito histórico para el municipio.

En agosto de 2005 fallecía Esperanza de Borbón-Dos Sicilias y Orleáns, la última pura sangre de la realeza, como ella misma se definía. Hasta el municipìo sevillano se trasladaba el rey Juan Carlos, la reina Sofía, las infantas Cristina, Pilar y Margarita, y el infante don Carlos. Un batallón militar rindió honores de infanta de España en el recorrido del féretro desde el palacio hasta la manriqueña iglesia de la Magdalena. La hermandad de la Caridad la precedía y los sones de Amarguras irrumpían en la plaza de Villamanrique. Así se despedía a la Infanta, así se cerraba una parte de la historia irrepetible de este pueblo. Con su inhumación en la capilla del sagrario finalizaba la vinculación de la Casa Real con este pequeño pueblo sevillano. Así se inauguraba lo que Antonio Burgos definió como un Escorial en la Marisma. Villamanrique perdía un referente, se quedaba sin la Infanta y el apellido de La Condesa (de París) se quedaba vacío. Y en el pueblo se sentía la perdida por la persona pero también confesaban se quedaban un poco huérfanos.

El 27 de diciembre de 2007 fallecía Pedro de Orleáns y Braganza, príncipe de Brasil y pretendiente a ese trono, el viudo de Esperanza. El 11 de enero de 2008 el rey pisaba por última vez Villamanrique para despedir a su tío. El pueblo entero se echaba a la calle porque no quería perderse, la que presagiaban, sería la última visita del monarca a la villa aljarafeña, antesala de El Rocío. Tras el funeral el duelo se recogió y todos se fueron. Quedaba la casa vacía, de los muros los retratos de la dinastía, el palacio de Orleáns sin reales habitantes, en la cripta de la Iglesia por siempre tía Billy y tío Pedriño, y el pueblo de Villamanrique, sin de la Condesa.

12 comentarios:

Raúl Ramírez dijo...

Un Escorial en la marisma de Antonio Burgos

en Abc 12 de agosto de 2005


No iban los celebrantes revestidos con ternos negros de oros recamados, sacados de vitrinas de tesoros del monasterio de San Lorenzo. Eran llanas casullas de curas de pueblo, de misa de romeros o de celebración al alba en el camino, ante el Simpecado. No estaban las armas reales sobre un negro catafalco como de soneto cervantino. Era la bandera de España que cubría el cuerpo muerto de la que tanta vida y con tal alegre, sencilla majestad pasó entre estas gentes, en este pueblo. Doña Esperanza de Borbón, como buena rociera, como buena andaluza, nunca supo bien si Villamanrique era antesala del Rocío o antecámara de la misma gloria bajada a la marisma. Esta iglesia de Villamanrique de la Condesa donde ahora están enterrando a una época de la Familia Real y a una Infanta de España y Princesa del Brasil no tiene herrerianas piedras ilustres, pero sí la suprema sencillez de la cal. Este aire, tan auténtico, tan de pueblo, que entra por las abiertas puertas parroquiales, viene de los pagos que la amazona Doña Esperanza repicó a caballo, que ahora suenan como una oración fúnebre en su memoria: Gato, Hato Ratón, Raya Real, Camino de los Llanos.

No pudo tener nunca mejor Escorial una Infanta de España para su entierro que esta Andalucía manriqueña y rociera de Doña Esperanza. Sólo aquí puede lograrse algo tan difícil como la sencilla solemnidad o la solemne sencillez. Entierran al mundo regio de Doña Esperanza en el mundo andaluz de Doña Esperanza. El seguro azar de la Historia ha levantado en esta sencillez de cal y almagra, de Simpecado y medalla, un Escorial en la marisma. En este mundo de sillas vaqueras, de saca de yeguas, de cancelines y becerras, de monterías regias, de coronaciones de Vírgenes, se entierra hoy el mundo de la Princesa del Pueblo, que es el mundo de la Condesa de París, del Infante Don Carlos, de la Infanta Doña María Luisa, el mundo tan refinadamente Orleáns, pero tan popular a un tiempo, del Duque de Montpensier.

La traen a enterrar a este su Escorial con azulejos. Y se conjugan extraños ritos. El ceremonial de Corte con los ritos funerarios de la Hermandad de la Santa Caridad. Isabel II con Miguel de Mañara. Vienen las hopas azules de los hermanos de la Caridad con su cera ardiente tras el corazón entre llamas del Venerable. Y junto a ellos, los soldaditos como de plomo, de cuarto de muñecas de las infantitas, de la Guardia del Rey que llevan la caja. Azules de un cuadro de Valdés Leal las hopas; azules de un cuadro de Sotomayor las guerreras. Si sabrán de realezas estos pueblos, que a la Virgen del Rocío la proclaman Reina de las Marismas. A Doña Esperanza van a enterrarla en el Panteón de Infantas del Escorial de esta Reina, de la Reina de las Marismas. A cuya Corte de arenales y coplas llegaba cada primavera con el manto imperial de un traje de volantes, siempre al lado de Don Pedro, que tremolaba al estribo de su caballo la más victoriosa bandera que emperador alguno enarboló nunca: el rojo guión del Rocío de Villamanrique.

Y suena fuera la música militar, los toques de ordenanza que de niña Doña Esperanza conocía como la exactitud de un reloj inglés en los salones de La Gavidia, donde su padre el Infante Don Carlos era capitán general de la Andalucía. Marcha de Infantes. Y suena ahora «Amargura». Quiero decir que suena la Sevilla de la cripta de Pasión, pudridero real de negro ruán para Don Carlos, Doña Luisa y aquel Infante Don Carlitos muerto en el frente defendiendo esta bandera de la Monarquía que ahora cubre para siempre el cuerpo de la última de los Borbón y Orleáns. Alzan ahora el Cuerpo del Hijo de la Virgen del Rocío en la sencilla solemnidad de la misa. Y una gaita y un tamboril manriqueños tocan la Marcha Real. Ni el más refinado órgano regio del Escorial podía darle al repeluco de la Marcha Real más emoción que este tamboril de su Rocío que despide a una Infanta de España, Princesa de los amores de ese Brasil azul y lejano de los perdidos ojos de Don Pedro de Orleáns y Braganza.

Acsel dijo...

Hey, al final me mudé y cambié el nombre del blog para empezar a subir los videos!!!

slds!!!

ANDRÉS dijo...

A ver de que comen ahora los manrriqueños!, jeje.
Aunque siempre perdurará la figura de ambos, tando de la condesa, como la de su marido, en la vida de este coqueto pueblo rociero.
De aquí a ná te veo en la inauguración de algún monumento dedicado a alguno de ellos, ya verás.

Un Saludo, fantástica crónica de tus reportajes por tierras huelvanas!.

Anónimo dijo...

Villmanrique es un municipio de la provincia de Sevilla.

el aguaó dijo...

La sensación debe ser de soledad prolongada.

Buena entrada amigo León. Me alegro de tu vuelta.

Un abrazo.

ANDRÉS dijo...

Perdone usted señor anónimo, me equivoqué, pero vamos que si perteneciera Huelva tampoco pasaba ná.

Choko dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Choko dijo...

Amplio repaso y a la vez conciso de estos dos personajes de la realeza de nuestro pais.
Pero a parte de palacios y "apellido" ¿Que le ha aportado a este municipio que hayan vivido en el?
Al menos los manrriqueños han podido disfrutar de la presencia de los Reyes....
Que en paz de descansen.

gorrión dijo...

...qué crónica tan buena y de cuanto me he podido enterar gracias a tí! Te felicito de veras porque se nota bien cuanto pones de lo mejor de tí... de tu energía !!
Abrazos desde el bosque del árbol que habla!

Maru Serrano dijo...

A esto se le llama actualizar. ahy que pobre vida llevo, no me da tiempo de nada, ni pa mirar los blog, que tristeza, esta niña me tiene consumiita. Estoy hasta más delgada. A ver si aparece pronto y descanso una mijilla y puedo volver al mundo bloggeril.
No he leido tu crónica, lo siento, no tengo tiempo. Pero como las fotos las he visto todas y conozco de cerca el ambiente funerario de la nobleza Villamanriqueña, me doy por enterada de lo que has publicado, que seguro tiene una gran riqueza literaria. Un beso tio guapo.
Ahm, Andrés lo de Villamanrique que no se entere ningún lugareño que bastante picaos están ya con el tema rociero...

La Viajera dijo...

Muy bonita la historia , y como dice el refran, nunca te acostaras sin saber una cosa mas.

Enhorabuena leon, sigue asi.

Unknown dijo...

Mi bisabuela era la cocinera de la Infanta de París y contaba siempre sus comida Francesas