16 febrero 2012

Intramuros

Parecía un pasillo hacia la historia. Al final de la calle, la esbelta espadaña de Santa Paula se erguía coqueta y segura sobre el caserío de la vieja ciudad. Como un haz de luz y color señala ese remanso de paz que se esconde tras los muros de Enladrillada y Mallol. Atravesar esa pequeña puerta es entrar en otra época, en el tiempo sin tiempo de los relojes sin manillas, en los silencios de encalados claustros, en el silbido del ciprés, en la quietud monacal del mármol. Esperar en el locutorio a que se abra la puerta de la clausura tras la reja es como hacer un guiño al medievo en pleno siglo XXI desempolvando la vieja regla. Personajes como don Juan y doña Inés se me vienen a la mente y es que aún hoy hay gente que vive así. Es probable que aquí pululen las almas del pasado, incluso vague algún sufrido fantasma, pero las que dan vida a estas piedras, al fin y al cabo son de esta época y son con las que seguro voy a hablar. Penetro en estos tus muros a bucear en la historia y a rescatar el recuerdo de lo que aquí bordaron para Gines unas mujeres hace medio siglo.

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