
Seis años después de su muerte, Doña María de Borbón y Orleáns, Condesa de Barcelona y madre del Rey de España, contará con una estatua ecuestre en la ciudad de Sevilla. Doña María, que sin ser sevillana de nacimiento siempre lo fue de corazón, llevaba el nombre y el orgullo de la ciudad del Guadalquivir allí donde iba. Nació en Madrid, pocos lo sabían, íncluso hubo algún concejal de la capital de España que quiso nombrarla hija adoptiva de Madrid pese a haber nacido en el Paseo de la Castellana. Y es que Doña María decía ser sevillana.
A la capital andaluza se desplazó con su familia cuando era niña. Eso ocurrió cuando su padre fue nombrado Capitán General de la región Sur. Su casa: en La Palmera, sus veranos entre Sanlúcar de Barrameda y Villamanrique de la Condesa. De ahí su rocierismo y el de su hermana Esperanza. Sus estudios: en las Irlandesas de Castilleja de la Cuesta. Su Señor, el de Pasión, y su equipo: El Betis. Era común verla en todas las manifestaciones de la cultura andaluza y sevillana. Los toros y el caballo, su pasión.
Cuando casó con el heredero al trono español, Juan de Borbón, el exilio fue su vida. Sin embargo, nunca olvidó a Sevilla. Su residencia la llamó como a la Turris Fortissima: Villa Giralda. En esta, su casa en Estoril, recibió siempre al equipo del Betis. Ese día, dicen, hacía vestir al servicio con corbatas verdes. La madrugada del Jueves al Virnes Santo, Doña María no dormía. A Portugal llegaban las ondas de Radio Nacional de España que contaban en directo la Madrugá sevillana.
Cuando su hijo llegó a ser rey y regresó a España, era común verla por Sevilla. No se perdía una corrida de toros en la Maestranza. Acudía a tablaos flamencos o saboreaba unas croquetas en San Lorenzo. Lo mismo se perdía por la Feria que venía a Semana Santa. Era asidua su visita al señor de Pasión, en cuya cripta reposan sus padres. Fiel devota de Sor Angela, que llegó a conocerla en vida, también era vista por su Casa Madre.
Si Doña María hubiese elegido un lugar para casarse, ese hubiera sido la Catedral de Sevilla. Y así se lo hizo saber a su nieta mayor, la infanta Elena. Ésta le prometió a su abuela que el día que se casara lo haría allí. Se debe pues la boda de la Infanta en Sevilla también a Doña María.
Pues en reconocimiento al continuo amor de la Condesa de Barcelona a Sevilla, la Real Maestranza de Caballería, la Confederación de Empresarios de Andalucía y el consistorio Hispalense levantarán en la misma puerta del coso baratillero una escultura escuestre de la madre del Rey. Será realizada por Miguel García, que ya realizó la misma obra para los jardines de la Zarzuela.
Dentro de diez meses lucirá un bronce que mostrará a la madre del Rey montada a caballo, vestida de corto y tocada con un sombrero de ala ancha. Una escultura que guarda un gran silencio pero una gran presencia. Sin duda un sincero homenaje que llenará de hermosura, más si cabe, al Paseo Colón.