
29 abril 2007
Una portada muy almohade

17 abril 2007
La torre de Pedro I el Cruel

Este es el aspecto que presentaba la Torre del Oro en la época del rey Pedro I el Cruel. En la última restauración acometida en 2005 se llegó a esta conclusión. El segundo cuerpo, de ladrillo y planta hexagonal que posee decoración cerámica en cintas verdes recuadrando los arcos, databa del siglo XIV. Fue el rey castellano quién lo mandó construir. Ya en la noche de los tiempos se pierden las leyendas sobre el uso que el monarca daba a la torre. El más extendido era el refugio para las damas que cortejaba. El romance más sonado fue el de doña Aldonza, hermana de María Coronel, que espera al rey en la torre. Su esposa, María de Padilla, aguardaba mientras tanto en el Alcázar.
El primer cuerpo fue levantado en época almohade en 1220. Se trataba de una torre albarrama para defender el puerto de Sevilla. Cuentan que una cadena cerraba el paso a la navegación. Ésta uniría la Torre del Oro con otra torre en la orilla trianera. Después pasó a ser capilla y hasta prisión. El tiempo no corría en valde y en el siglo XVI hubo que realizar obras de emergencia justo cuando Sevilla se convirtió en puerto y puerta de Indias. El terremoto de Lisboa también hizo mella en su estructura. El asistente Marqués de Monte Realse planteó íncluso la demolición para ensanchar el paseo. El pueblo llegó hasta al mismo rey pidiendo el indulto de aquella torre, testigo de tantos siglos de historia de la ciudad. Es en 1760 cuando se arreglan los desperfectos y se añade la linterna superior para que fuera faro del puerto. Un nuevo movimiento popular logró que la torre no se derribara cuando los revolucionarios de 1868 la pusiron a la venta para aprovechar sus materiales de construcción.
Actualmente depende del Ministerio de Defensa, concretamente de la Armada. Su interior alberga el museo naval. Su silueta, en continuo maridage con el Guadalquivir, es una estampa típica que ha dado la vuelta al mundo.

08 abril 2007
06 abril 2007
Jueves Santo

Mis pasos perdidos hacia la desembocadura de ese río que nace de un Valle de lágrimas y termina en la Esperanza. Calle Feria hacia la Macarena pero no llego a la ansiada y giro y media vuelta, hacia alguna cafeteria en busca de un sustento mañanero pero no es así, y otra vuelta más, m



Pero mi Jueves Santo
es la calle Feria,
la plaza de los Carros,
colores albero, blanco
y verde de carruaje.
Revuelos de merinos
y terciopelos negros,
de huertos sevillanos
y rosarios sobre varales.
Blondas de mantillas negras,
tradición inigualable.
Todo un año esperando
a que Rosario salga a la calle.
Ilusiones en un puño,
agarradas a raudales,
soñando que aquellas nubes
se desvanezcan, vayan lejos
y no quede ni un ápice,
de ese agua que amenza
los sueños de los cofrades.
Ni la miel de las torrijas
ni el vino de los lagáres
podrán endulzar la pena
cuando se comunica el ultraje.
Las nubes son traicioneras
y el sol muy poco sale
unas gotas lo empañan todo
con charcos en la calle.
Ni partes, ni meteorólogos
ni cabañuelistas, ni avances
parecen dar tregua
a un día roto en tres partes.
Se desvaneció los Negritos,
Fundación y la de los Ángeles,
ni un Machín saetero
supo endulzar el trance.
Que ni Carmen la Cigarrera
cruzó el puente esa tarde,
en la capilla de Altadis
los corazones palpitantes,
Flagelación y su Victoria
quedaron solos espectantes.
En los Terceros, en Sol
la gente y mucha agua cae.
Lágrimas en los rostros,
y Cristo en la cruz amante.
Pasan los minutos, las horas
y poco o nada abre la tarde.
Incertidumbre en la ancha Feria
que Cristo espera orante,
arrodillado ante su sino
aceptando la voluntad del Padre.
La novia del Jueves Santo
en su palio de sueño de encaje
luce más bella ahora
porque con saya nueva sale.
Su pecherín enjoyado
cada pieza una leyenda trae.
Un octubre coronatorio
a mis retinas retrotrae.
Lecaroz le recoge el manto,
Arruza en medallas vuelve,
los dominicos se disputan
el calado de los varales,
la fragancia de este nardo
que en azucena se reparte.
La tormenta ha pasado,
la decisión llega tarde,
pero los siglos pesan mucho
y el pestillo no se abre.
Este año Sevilla sin el Rosario,
la calle Feria sin su Reina,
Jueves Santo sin el arte
de tanta gracia y nobleza
de María Santísima del Rosario
coronada en su grandeza.
Día distinto, extraño y raro
que comenzó frío en la Alameda.
es la calle Feria,
la plaza de los Carros,
colores albero, blanco
y verde de carruaje.
Revuelos de merinos
y terciopelos negros,
de huertos sevillanos
y rosarios sobre varales.
Blondas de mantillas negras,
tradición inigualable.
Todo un año esperando
a que Rosario salga a la calle.
Ilusiones en un puño,
agarradas a raudales,
soñando que aquellas nubes
se desvanezcan, vayan lejos
y no quede ni un ápice,
de ese agua que amenza
los sueños de los cofrades.
Ni la miel de las torrijas
ni el vino de los lagáres
podrán endulzar la pena
cuando se comunica el ultraje.
Las nubes son traicioneras
y el sol muy poco sale
unas gotas lo empañan todo
con charcos en la calle.
Ni partes, ni meteorólogos
ni cabañuelistas, ni avances
parecen dar tregua
a un día roto en tres partes.
Se desvaneció los Negritos,
Fundación y la de los Ángeles,
ni un Machín saetero
supo endulzar el trance.
Que ni Carmen la Cigarrera
cruzó el puente esa tarde,
en la capilla de Altadis
los corazones palpitantes,
Flagelación y su Victoria
quedaron solos espectantes.
En los Terceros, en Sol
la gente y mucha agua cae.
Lágrimas en los rostros,
y Cristo en la cruz amante.
Pasan los minutos, las horas
y poco o nada abre la tarde.
Incertidumbre en la ancha Feria
que Cristo espera orante,
arrodillado ante su sino
aceptando la voluntad del Padre.
La novia del Jueves Santo
en su palio de sueño de encaje
luce más bella ahora
porque con saya nueva sale.
Su pecherín enjoyado
cada pieza una leyenda trae.
Un octubre coronatorio
a mis retinas retrotrae.
Lecaroz le recoge el manto,
Arruza en medallas vuelve,
los dominicos se disputan
el calado de los varales,
la fragancia de este nardo
que en azucena se reparte.
La tormenta ha pasado,
la decisión llega tarde,
pero los siglos pesan mucho
y el pestillo no se abre.
Este año Sevilla sin el Rosario,
la calle Feria sin su Reina,
Jueves Santo sin el arte
de tanta gracia y nobleza
de María Santísima del Rosario
coronada en su grandeza.
Día distinto, extraño y raro
que comenzó frío en la Alameda.
03 abril 2007
Juan Pablo II
En el segundo aniversario de su muerte...

Vino, se fue y regresó
como viene, va y regresa
al balcón de la promesa
lo que el Amor prometió.
Y cuando en Sevilla habló
fue el mensaje tan fecundo
que abrió para la fe un mundo
con la temprana semilla
que al cofrade de Sevilla
le dio Juan Pablo II.
TEXTO: Ignacio Sánchez Dalp
Del pregón de Semana Santa de Sevilla 2005
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