Sevilla intenta desperezarse del invierno a duras penas. Tras una fría Semana Santa, ahora son los farolillos, los colores de las casetas y la portada, las que intentan traernos a empujones una primavera que se resiste. Miro tras los cristales, salpicados de lluvia, y hoy se me antoja acordarme de tí, acercarme a tu persona y rescatar algunos recuerdos. Justo hoy hace un año que te fuiste de viaje cuando todo el mundo celebraba la Resurrección. El día está gris, con una luz rara que lo convierte todo en una estampa sepia, como esta otra que sujeto con mis manos y que me muestran a una joven que emprende un camino convencida de su amor. Tu traje negro, de luto por tu madre. Ni grandes diademas, ni ostentosas joyas, eran otros tiempos ¡Qué más sevillano que un velo prendido con tres claveles blancos!
Sevillana de Triana, o trianera de Sevilla, que es igual pero distinto, viviste a ambos lados de ese puente que une o diferencia. Orgullosa de tu cuna en la calle Pureza, ¡qué suerte poder presumir de una bisabuela trianera! tu nombre no podía ser otro que Ana, como la Señá que es patrona del barrio. En tus labios siempre a tu madre Amalia, a la que recordabas todos los días. De tu padre Manuel siempre contabas que había tallado techos y puertas de la Plaza de España, cuando Sevilla renacía de su letargo con las obras de la Exposición de 1929. Pero para orgullo ese sillón de camarín que labró para la Virgen de los Reyes.
Correteaste tras tus hermanos por la Judería y San Bartolomé, supliendo las veces de una madre arrebatada por la enfermedad. Y fue así, haciendo de madre, buscando a tus hermanos como conociste a ese hombre que te llevó al altar de la capilla de la Virgen de la Alegría, de las alegrías y de las penas... que de todo hubo en la vida. Cambiaste tu Sevilla natal por un pueblo aljarafeño de solera y con la gracia de ser rociero por los cuatro costados. Gines. Fue la Virgen del Rocío tu gran devoción. Pronto vino tu primera hija, Amalia como tu madre, después Ana y más tarde Juan. Trabajo, trabajo y mas trabajo. El campo, Villamarín y puntadas para la calle robandole horas a la madrugada. Tampoco tardaron en llegar los nietos, 12. Y pudiste conocer también a una docena de bisnietos. Toda visita a tu casa se saldaba con chocolate Nestlet y dinerito para chucherías. Tu casa siempre abierta, sobre todo cuando pasaban las carretas por tu calle camino del Rocío.
Tu cuerpo te jugó una mala pasada en los últimos años de tu vida. Tu andar se fue haciendo más cadencioso, tus pasos más torpes, hasta que un día no quisiste forzar más a tus piernas postrándote en una cama. Desde el duro mundo de las cuatro paredes blancas y solo asomada a la ventana por la pequeña pantalla seguías los telediarios, las novelas y los toros, siempre Canal Sur. Agradecías cualquier visita de todo aquel que quería dedicar unos ligeros minutos contigo. Allí pasaban los días hasta que sin avisar te fuiste justo cuando no te quejabas. En silencio y sin hacer ruido. Hoy, una año después de tu marcha que mejor que recordarte con esos tres claveles blancos.
Sevillana de Triana, o trianera de Sevilla, que es igual pero distinto, viviste a ambos lados de ese puente que une o diferencia. Orgullosa de tu cuna en la calle Pureza, ¡qué suerte poder presumir de una bisabuela trianera! tu nombre no podía ser otro que Ana, como la Señá que es patrona del barrio. En tus labios siempre a tu madre Amalia, a la que recordabas todos los días. De tu padre Manuel siempre contabas que había tallado techos y puertas de la Plaza de España, cuando Sevilla renacía de su letargo con las obras de la Exposición de 1929. Pero para orgullo ese sillón de camarín que labró para la Virgen de los Reyes.
Correteaste tras tus hermanos por la Judería y San Bartolomé, supliendo las veces de una madre arrebatada por la enfermedad. Y fue así, haciendo de madre, buscando a tus hermanos como conociste a ese hombre que te llevó al altar de la capilla de la Virgen de la Alegría, de las alegrías y de las penas... que de todo hubo en la vida. Cambiaste tu Sevilla natal por un pueblo aljarafeño de solera y con la gracia de ser rociero por los cuatro costados. Gines. Fue la Virgen del Rocío tu gran devoción. Pronto vino tu primera hija, Amalia como tu madre, después Ana y más tarde Juan. Trabajo, trabajo y mas trabajo. El campo, Villamarín y puntadas para la calle robandole horas a la madrugada. Tampoco tardaron en llegar los nietos, 12. Y pudiste conocer también a una docena de bisnietos. Toda visita a tu casa se saldaba con chocolate Nestlet y dinerito para chucherías. Tu casa siempre abierta, sobre todo cuando pasaban las carretas por tu calle camino del Rocío.
Tu cuerpo te jugó una mala pasada en los últimos años de tu vida. Tu andar se fue haciendo más cadencioso, tus pasos más torpes, hasta que un día no quisiste forzar más a tus piernas postrándote en una cama. Desde el duro mundo de las cuatro paredes blancas y solo asomada a la ventana por la pequeña pantalla seguías los telediarios, las novelas y los toros, siempre Canal Sur. Agradecías cualquier visita de todo aquel que quería dedicar unos ligeros minutos contigo. Allí pasaban los días hasta que sin avisar te fuiste justo cuando no te quejabas. En silencio y sin hacer ruido. Hoy, una año después de tu marcha que mejor que recordarte con esos tres claveles blancos.
6 comentarios:
Muy bonito homenaje. Me trae recuerdos. Mi madre vivía por la Juderia, tambien se caso de luto por su madre y en San Bartolomé, delante de la Virgen de la Alegria. Ya hablaremos, besos.
No hay mejor homenaje para alguien querido que el recuerdo que nos dejó las flores de su boda.
Que bonito lo que le has dedicado a tu bisabuela,es muy bonito y emotivo.
Un Saludo leon
Las personas viven mientras se las recuerda. Y la abuela Anita está siempre viva en tu boca. Le has echo un gran y muy bonito regalo. Un saludo.
Emotivo homenaje que refleja tu admiración hacia ella con el que has sabido engrandecer el recuerdo de esa persona. Y es que cuando se escribe desde el sentimiento ya va todo rodado.
Mientras habite en el recuerdo no conoce el olvido.
Has conseguido un gran resultado. Seguiré atento a próximas entregas del León de las Indias, así que no desistas.
Por cierto, me considero doblemente afortunado. En primer lugar por haberme concedido un comentario en el blog, algo muy preciado últimamente. Y en segundo lugar por el contenido de tus palabras. Muchas gracias! Eres mu' grande!
Niño tiene guasa que al final me he leido esta entrada porque mi hermana me la haya recomendado. ¿Has leido lo que le ha dedicado Raúl a la bisabuela? Estámuy bien, dice la prenda, la que nunca firma y siempre lee.
En fin Raúl, que no tuve la suerte de conocer a la abuela Ani, solamente por tu boca, de la que siempre se desprendian buenas palabras y halagos. Lo peor, siempre te lo dije, esa postración y con su cabeza perfectamente amueblada. Eso debe ser un suplicio.
En fin, que como ya te han dicho por aquí, la tienes viva en el recuerdo.
Un saludo y enhorabuena por esos Tres claveles blancos.
Publicar un comentario