Pisando, caminando hacia no sé dónde sin un horizonte certero...
Paseando, bajo mis pies la dureza del mundo, los filos de los cantos que aún no han sido rodados...
Sigo andando, como aquel dicho del tonto que termina el camino y sigue el tonto...
Caminando sin camino, con ese que sólo se hace al andar...
Endurecido por las piedras que te encuentras, la piel deja de ser suave...
Herido y sangrante por el desgate de los kilómetros pasados.
Ningún hito kilométrico, ningún mojón de carretera, nada que te oriente, todo para estar más perdido y no encontrar el Norte.
Sigo andando, caminando, marchando, recorriendo, transitando, ciculando, trotando e incluso trajinando...
Pero descalzo, sin protección, vulnerable ante las irregularidades del andar, sin zapato que proteja de la dura piedra ni calcetín que amortigüe los golpes del camino.
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