14 mayo 2007

Caballos, vino, flamenco y una ciudad: Jerez

Con la mirada y los ojos del foráneo es como se aprecia lo propio y la única forma de conocer aquello que, por cotidiano, pasa por alto a los ojos de las gentes que viven a diario una ciudad. Y este ejercicio lo pude realizar este fin de semana con la Feria del Caballo, esa que llega en el mes de mayo como flor en primavera. Como marco, la ciudad de Jerez de la Frontera, encrucijada histórica de caminos de ida y vuelta entre Cádiz y Sevilla, entre el mar y la campiña, entre el llano y la sierra. Ciudad que hace un dualismo mágico, lo aristocrático y lo popular a la vez, una combinación que lleva a sus límites en su casco viejo, plagado de grandes palacios e iglesias pero también de humildes patios de vecinos y de viejos portales y cancelas. Santiago, San Miguel, San Mateo... viejos barrios con sabor antiguo, donde parece que por las casas y sus gentes no ha pasado el tiempo. Camina aún aquellas viejas de roete y pendiente de coral, caballeros de traje y corbata para diario y hasta sombrero... Pero Jerez es más que el mito, aunque viva de él y se agarra al hoy. Hace del vino, el caballo y el flamenco su industria productiva con el turismo, para ofrecerlo al visitante. Reconvierte su leyenda y se plaga de bodegas y aromas de solera, se salpica de peñas y de su festival de flamenco, y hasta hace Real una escuela ecuestre. Como dije un día se transforma en parque temático de Andalucía. Pero un simple paseo me hace palpar la realidad social, aquella que clama justicia con pintadas por doquier para Juan Holgado, o esa masiva que se hecha a la calle pidiendo el pan para que Delphi no se cierre.

Sales del centro por la puerta de Sevilla y te encaminas a la Avenida Álvaro Domecq, igual que si sales del centro de Sevilla por la puerta de Jerez y caminas por La Palmera, es ese el momento que no se sabe muy bien si estas aquí o sí estas allí. Jerez y Sevilla se dedican ambas puertas que se miran en la lejanía de un centenar de kilómetros separadas por un peaje, como aquellos postigos antiguos de las murallas que cobraban tributo por el paso de mercancías. Buscando Sevilla llegas al Parque González Hontoria, recinto ferial. No tiene portada, ni falta que le hace. La cuidada iluminación la suple con creces. Feria de anchas calles, salpicada de botas y geranios. Casetas de fachadas, geometría urbana, colores andaluces de albero con fino regado. Templetes y toldos que me retrotraen a la de los años veinte del Prado. Menos flamencas y menos trajes de chaqueta que en la clasista de Abril, las casetas son públicas. La música más variada también porque no sólo suenan sevillanas. Si con algo me quedo es con una familia entera. La abuela rompe el silencio, con la cadencia de su cante. Una bulería arranca. El jaleo abre parte. Las palmas arden. El quejío entra en la sangre. La nieta reacciona y comienza el baile. Nada de escuela ni academia, que los siglos pasan delante. La niña quiebra el talle. Brazos y piernas nunca quietas, que la contorsión flamenca no hay quien la pare. Cesa la abuela. Comienza la tía. Una sucesión de artistas de una misma saga. Toda la arcá ahí delante. Todo improvisado en una rotonda del González Hontoria. Y la gente disfrutando del arte. Pero en las casetas más. Los cuadros de las peñas derrochan gracia. La bulería es ritmo, compás festero, la letra, sin trascendencia, en segundo plano, sólo una excusa. Fuera el paseo de caballos. Enganches de todos los estilos. Caballos de todos los colores y caballistas de todas las modas compiten en elegancia en este pasear. Cocheros con levitas y sombrero de copa, también de corto y ala ancha. Feriantes que bajan y suben. Parada y refresco con buenos caldos de la tierra. Aquí terminan mis breves impresiones del caballo, el vino y el flamenco de esta mi primera Feria del Caballo.

3 comentarios:

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

Me hubiera gustado visitar esta feria del caballo que tanto me recuerda a la de Sevilla, al menos en su estética, y que se aleja de esas otras de verano, como las de Málaga y Almería. Seguramente tendrán su encanto aunque yo no se la viera a esta última. Otro año será.

Me ha encantado la crónica que has hecho. Para tí el premio PIQUITO DE ORO

Ro dijo...

Me ha gustado mucho Raúl.. un montón. cuidate, un besazo.

Anónimo dijo...

Un pais ubicado en Europa ,que tiene de fiesta nacional, la tortura y asesinato de los toros, que ostenta el mas triste y miserable record de ser el pais mas cruel con los animales ¿ que se espera de ese maldito pais?
Y los politicastros mirando para otro lado , cuando no son complices y cobardes .