22 octubre 2007

El aldabón del emperador

De bronce eterno pende,
por la gravedad al suelo,
aquel que por mísero no quiso
pagar el tributo regio.

Uno de los hombres del tesoro del emperador subió por los callejones de la Judería, acompañado de dos monteros del rey, cobraba los tributos de los estados. Le pidió al alfarero y éste le dio los maravedíes acordados por la venta de sus cántaros y vasijas. Cuando recibió las monedas las guardó en un zurrón de cuero curtido, ya desgastado y arañado por el uso. Calle arriba el cobrador, envuelto en su capa negra de burócrata del imperio, recorría casa por casa y taberna por taberna los negocios de la ciudad. Todos temían su llegada pero sabían que debían sufragar prestos la cantidad fijada si no querían tener problemas. El de la capa negra se adentró en una de las casonas más opulentas de la costanilla. En ella vivía un rico comerciante, judío converso, que aunque bautizado ya, había sido delatado por varías vecinas por celebrar en su casa el culto de sus antepasados. Este hombre se negó al pago de los tributos y fijó otro día para la entrega de lo que le demandaban. El cobrador no quedó contento con la respuesta y lo hizo preso. El judío fue conducido a las cárceles de la Real Chancillería. En la celda de al lado dormía un moro viejo, conocido como el Brujo. En la ciudad todos conocían los poderes exotéricos del extraño mahometano. El judío angustiado demandó su intercesión y a través de las rejas le ofreció unas monedas de oro a cambio de la libertad. El Brujo indignado, las sujetó con fuerza y le gritó al judío: "El oro no todo lo compra, te condeno por a ser metal inmortal, a que grites colgado de una piedra clamando tu libertad". Al día siguiente cuando los soldados bajaron a por el judío no encontraron a nadie. En su lugar hallaron una anilla de bronce, una especie de aldabón con la efigie de un hombre desgarrado que gritaba. Llamaron al burócrata, el de la capa negra, que no supo como explicar aquel extraño canje. La enigmática anilla llegó a las manos del emperador. Horrorizado por la historia el buen Karolo la mandó colgar en uno de los extremos del nuevo palacio que construía.

8 comentarios:

Maru Serrano dijo...

Gran foto que inspira a escribir algo así. Me ha gustado el cuentecillo. Mucho besos corazón de las Indias.

La Viajera dijo...

Que bonita leyenda,la verdad que es muy emotiva y enseña a la gente las esperiencias de la vida.

Besos

Blasco Navalta. dijo...

bonita leyenda si señor para un aburrido lunes.

Feliz comienzo de semana.

Anónimo dijo...

Una leyenda para meditar.
Muy interesante la conjunción que hace con la estupenda foto.


PD. Me gusta como enlazas las fotos con los textos.

el aguaó dijo...

Magnífico amigo. Me ha encantado. La foto muy buena. Consigue mantenerse en la cabeza mientras lees el texto, para finalmente asociarla sin problemas.

Un abrazo.

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

La foto es sensacional, con ese contrapicado entre el aldabón y el almohadillado del Palacio de Carlos V en Granada.

Es normal que enlaces tan bien foto y texto. Lo llevas en la sangre, jajaja

Alberto Ramírez Jiménez dijo...

Fuera parte del aldabón y el emperador, que digo yo que qué casualidad que vuelvas a Sevilla en octubre, en la semana del septenario y próximo a cumplirse tres años de la Coronación de la Chari. Ni Gema, ni na, la Chari ha querido que vuelvas y estes estos dias con Ella, como ese octubre de 2004; así que no te quejes de tu función acolital.

Les Corts dijo...

Pedazo de entrada amigo, eso se llama concordancia entre la foto y el texto; como dice el aguaó, consifue que te metas de lleno en la leyenda.

Un abrazo